ANTONIO APARICI DÍAZ
Antonio Aparici Díaz nació el 21 de Julio de 1929 en Almuñecar (Granada). Cuando tenía pocos meses murió su padre, dejando a la familia sumida en la miseria; el pequeño Antonio pasó varios años de su infancia en beneficencia. A los dos años la familia se trasladó a Alcoy (Alicante), "población en donde quedan fundidas las secuencias, recuerdos y avatares de mi vida durante cuarenta y cuatro años". A su manera el pequeño es hombre de fe: “Los libros escaseaban igual que el pan, y del suelo recogió un trozo de periódico; en su afán de saber empezó a leer unas palabras de alguien llamado Castelar: “Lo obsoleto y lo mayor, lo mejor, lo más perfecto que hay en la creación, en los seres de nosotros conocidos, es el alma humana, lo espiritual”.
En tanto esa fe llega a consolidar, Antonio Aparici pasa desde el asilo de beneficencia, los curas y la exigua experiencia de la escuela, a convertirse, merced a su propia curiosidad por todo lo que le rodea, en autodidacta.
El 9 de Enero de 1967 fallece su esposa después de atravesar una largísima enfermedad de corazón y dejar huérfanos a tres niños muy pequeños, que inauguraron el internado Betel de la iglesia de Alicante. Al año siguiente fallece su madre y unos meses más tarde un hermano suyo. En vez de desfallecer, puso su confianza en el Señor y seguía tirando del carro de la familia, y de su incipiente iglesia, predicando, punto de misión y llevando las finanzas desde la diaconía.
En las iglesias en las que ha asentado su membresía, ha demostrado su generosa entrega; las causas nobles de la vida merecen ser vividas con intensidad. En
Cuando le llega el momento de su jubilación laboral, piensa en dedicarse a sus aficiones favoritas, pescar y leer. Pero el desarrollo de acontecimientos en el seno de la iglesia de Alicante, motivaría el que abandonase para siempre sus merecidas pretensiones de descanso, aceptando ser nombrado administrador de aquella iglesia durante varios años.
En la tranquilidad de la vejez, sigue defendiendo aquellos “principios” de fidelidad a su Señor, a su iglesia, y a los bautistas. Es un ejemplo de entrega, tesón, esfuerzo y de fe, para nosotros. También, como figura pública, ha dicho y mantenido su palabra y su fe en donde estuviese, lo cual le ha acarreado duras críticas. En la actualidad, en momentos que” todo vale “, hace falta recordar a muchas personas como Antonio Aparici Díaz, personas que han perdido su trabajo en varias ocasiones, que han perdido su dinero, que han sido señalados por los vecinos, que han pasado distintas vicisitudes por ser “evangélico protestante”.






